Mensaje de Eduardo Bhatia en ocasión del 162 aniversario de Luis Muñoz Rivera
Fundación Luis Muñoz Marín
18 de julio de 2021
- Saludo.
- Agradecimiento a la Fundación Luis Muñoz Marín
- Saludo especial a ex gobernadores, funcionarios electos, otros familiares de la familia Muñoz, mi familia
- La relación de mi papá Mohinder Bhatia y Luis Muñoz Marín
El 17 de julio como parte de la conmemoración del Natalicio de Luis Muñoz Rivera era siempre un día de peregrinación al panteón familiar de la Familia Muñoz en Barranquitas. Desde pequeño iba. Aparte de la mejor feria de artesanías, era un día para inspirarse en el corazón de Puerto Rico.
No puedo pensar en una mejor ocasión para empezar a romper las barreras del aislamiento y el confinamiento que la pandemia y el Covid nos ha impuesto.
Carlos, Linda, Marisara: esta era y sigue siendo la plataforma mas importante anualmente en la isla para hablar críticamente; reflexionar y reformar la democracia en Puerto Rico. Justo honor a Luis Muñoz Rivera, quien el 1ro de julio de 1890 había fundado en la calle Cristina en Ponce, después trasladándose a Caguas y finalmente a San Juan un periódico de nombre La Democracia.
Así que, independientemente de dónde uno se ubique en el espectro político de Puerto Rico, hoy es un día de democracia. De hablar sobre la democracia, de analizarla, de criticarla, de alabarla, de tratar de entenderla y perfeccionarla. Pero más que nada es un día de detenernos y dar una mirada a nuestra gobernanza como pueblo, entender cómo nos gobernamos, quién gobierna, de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos debemos mover.
Es en ese espíritu que he aceptado esta invitación a compartir algunas reflexiones con ustedes. No son reflexiones fáciles ni livianas. El ejercicio que quisiera hacer aquí hoy requiere que todos participemos a nuestra manera. Empecemos pues con los dos requerimientos fundamentales de cualquier democracia:
Primero: requiere entender bien de dónde emana el poder de gobernar;
Segundo: requiere activismo. Todos los días. La democracia no se hizo para los pasivos.
Para Muñoz Rivera cuando fundó su periódico, y para nosotros hoy, es fundamental el activismo político, social, cultural y económico. Una democracia muere en el vacío de ideas, en la ausencia de la fuerza dinámica de la evolución, del diseño creativo de formas de participación.
Solo lean el maravilloso poema “Panfleto”, donde el hijo de Muñoz Rivera, Luis Muñoz Marín logra explicar poéticamente -como sólo él sabía hacer-, la forma de su activismo democrático. Nos dice:
“Yo soy el panfletista de Dios, el agitador de Dios, y voy con la turba de estrellas y hombres hambrientos hacia la gran aurora”
La democracia necesita de líderes agitadores, como Muñoz fue líder y agitador. Según el diccionario, un agitador es una persona que “excita los ánimos para propugnar determinados cambios políticos o sociales”. Permítanme tratar de excitar los ánimos y ser un agitador de ideas el día de hoy.
Las sociedades que se cansan, que se frustran, que se convierten en cínicas, y apáticas erosionan las bases de la democracia. El cinismo es por mucho el peor síntoma de una democracia enferma porque no sólo refleja la decisión de un individuo en abdicar en la fe de su democracia, sino que refleja su interés por intoxicar a otros para que también abdiquen la de ellos. Dejar de creer que un sistema democrático se puede arreglar es un grave error; pero hacer que todo un pueblo deje de creer que el sistema democrático funciona –como algunos analistas hacen a diario en Puerto Rico- es una traición. Dicho sea de paso, uno de los mecanismos que usan aquellos que quieren siempre imponer sus criterios, aquellos que sin llamarse a si mismo dictadores actúan como eso, es el cinismo, la burla y el menosprecio a lo que un sociedad democrática puede ofrecer.
Para entender si en Puerto Rico se vive democracia, es importante entender como nuestra Constitución la define. El propio preámbulo establece que “entendemos por sistema democrático aquel donde la voluntad del pueblo es la fuente del poder público, donde el orden político está subordinado a los derechos del hombre.”
¿Qué significa eso? ¿Piensa alguien aquí que con todas las decisiones que se han tomado sobre y para Puerto Rico en los pasados 25 años que es la voluntad del pueblo de Puerto Rico la fuente de poder? Déjenme preguntarles y les pido que saquen sus celulares los que se puedan conectar al Internet y hagamos una encuesta aquí y ahora.
II. Los síntomas en Puerto Rico
¡Acabamos de hacer un ejercicio aquí juntos y miren el sentir de ustedes! Así mismo se siente Puerto Rico. ¡Si ustedes mismos dicen que el poder que gobierna hoy a Puerto Rico no es la voluntad del pueblo, entonces no puede haber democracia!
Miremos brevemente algunos eventos que hoy nos gritan que tenemos una democracia secuestrada, enferma y rota.
Analicemos brevemente dos eventos recientes. Empecemos por la elección de 2020:
- En la elección de 2020 había en Puerto Rico 2,620,963 personas /ciudadanos de 18 años o más. Todos con derecho a voto. Es importante esta elección porque se da apenas 1 año después del verano de 2019, cuando cientos de miles de personas se fueron a la calle a reclamar la renuncia del gobernador electo de Puerto Rico. 2,620,963 personas adultas con la responsabilidad de atender la crisis democrática de gobernanza en que estábamos insertados.
- Votaron en esa elección 1,284,630 personas o el 49% de los electores. Un pueblo que daba en el pecho por su participación electoral tuvo la participación más baja en todos los Estados Unidos. ¡Repito – la participación electoral más baja en todos los Estados Unidos en el 2020 fue la de Puerto Rico!
- En ninguno de los 50 estados, incluyendo a Washington DC, la participación fue menor de 55%, siendo el promedio en los Estados Unidos el 67% de las personas mayores de 18 años participando.
- 1 de cada 2 puertorriqueños con derecho a voto no quiso ni participar.
- Llevemos el análisis más allá. Del total de electores que ejercieron su derecho al voto, el gobernador Pedro Pierluisi obtuvo 427,016 votos. Es decir, obtuvo el 33% de los que votaron. Pero eso equivale al 16% de todas las personas que podían votar en Puerto Rico. ¡16%!
- Como una comparativa, en el 2000 en Puerto Rico votó el 75% de las personas mayores de 18 años. En sólo 20 años bajamos de la jurisdicción en Estados Unidos donde más se votaba, a ser la última. El deterioro es muy marcado, profundo y preocupante.
Tomemos un segundo evento: la forma en que se presentó y aprobó la nueva ley electoral en 2020.
- Este tema se ha discutido ampliamente en el país y la conclusión es clara. En el mismo año de las elecciones, cuando ya ciudadanos habían radicado sus candidaturas, cuando ya el juego había comenzado, cuando el proceso electoral democrático había tomado su curso, de momento cambiaron las reglas.
- Desde la elección de 1980 no había habido un esfuerzo tan directo, burdo y evidente de crear un cuerpo de reglas y sistemas electorales para beneficiar al partido que controlaba la mayoría legislativa y el ejecutivo en ese momento. Esa experiencia hundió aún más la credibilidad del sistema electoral y creó una profunda suspicacia sobre los resultados electorales en todo Puerto Rico. Nada de eso ayuda a crear confianza en la democracia.
Surgen inmediatamente preguntas y conclusiones inevitables:
- ¿Es esa la voluntad democrática a la que hace referencia la Constitución?
- ¿Es tanta la apatía que existe hoy en nuestras comunidades que más de la mitad no quiere participar? ¿Ha perdido la mayoría del pueblo la fe en el sistema electoral del país?
- ¿Debe alguien tener todos los poderes delegados a un gobernador con apenas 16% de los adultos del país avalando su elección?
- ¿Debemos permitir que se enmiende unilateralmente por un sólo partido político las leyes electorales en Puerto Rico en el mismo año de las elecciones?
- ¿Alguien aquí está satisfecho con eso?
III. ¿Entonces, qué debemos hacer?
Primero entender que son muchas las razones que nos llevan a este escenario. La relación entre los ciudadanos y ciudadanas y el gobierno de Puerto Rico está rota. Ya sea por las imposiciones de la Junta de Control Fiscal, por los escándalos de corrupción del presente o pasados gobiernos, o porque las agencias de servicios básicos no funcionan. Lo que sea. La realidad es una: en el 2021 los puertorriqueños no creen en su gobierno. Punto.
Tenemos que re-democratizar una sociedad que se siente atrapada y secuestrada; que en los asuntos del país se ha atrofiado; donde la distancia entre el ciudadano y las acciones de su gobierno han reducido la participación del pueblo en el quehacer público. Esta falta de democracia, participación y proporcionalidad representativa pone en precario la estabilidad del sistema político y su capacidad de responder a las necesidades de la gente.
Nosotros no éramos así.
Desde este mismo recinto se luchó por el derecho inalienable del puertorriqueño a gobernarse. Nos toca a nosotros mejorar las herramientas que nos legaron pasadas generaciones. Debemos modernizar la constitución y el aparato público en general. Debemos prestar especial atención a la equidad participativa y asegurarnos de que ampliemos las oportunidades de participación para todos los sectores de la sociedad sin distinción de su condición socioeconómica, edad, sexo, orientación sexual. Necesitamos un plan amplio para devolver el poder decisional del gobierno al pueblo.
La continua disminución en la participación electoral y la marcada pérdida de credibilidad de las instituciones democráticas en Puerto Rico representan el principal obstáculo para el desarrollo económico y social del país. La falta de democracia y participación ponen en precario la estabilidad del sistema político y su capacidad de responder a las necesidades de la gente. Para sacar a la Junta de Control Fiscal, limpiar el gobierno, reformar nuestra sistema de justicia, transicionar a energía limpia, reformar nuestras escuelas, proteger nuestro ambiente y resolver el dilema de la relación política de Puerto Rico y los Estados Unidos, necesitamos que el pueblo sea el protagonista. Si algo hemos aprendido en este cuatrienio, y tras 15 años de crisis económica, es que no podemos dejar todas las decisiones en las manos del gobierno de turno.
Declaremos de frente y sin miedo que 69 años después de haber aprobado la constitución en 1952 es hora de convocar una convención constituyente que evalúe un sinnúmero de enmiendas a la Constitución de Puerto Rico. Recomiendo ese mecanismo porque llegó la hora de modernizar la constitución para poder usar nuestra carta magna para atender y corregir las fisuras democráticas que son obvias y sistémicas hoy. Llegó la hora de convocarnos como ciudadanos para reformular nuestros valores democráticos. Nos toca desde la Fundación Luis Muñoz Marín, y en honor a Luis Muñoz Rivera y la democracia que él defendió, reivindicar el derecho inalienable de los puertorriqueños y puertorriqueñas a liberarse del secuestro de su democracia. (Se que no soy el único que ha dicho eso, y reconozco que el Gobernador Acevedo Vilá se ha expresado también sobre este asunto.)
La agenda de esa convención debe ser amplia y no cerrar temas de discusión. Propongo incluir e insistir en estos temas:
- Requerir una segunda vuelta en la elección del gobernador en caso de que en la primera vuelta ningún candidato obtenga una mayoría de los votos.
- Elevar a rango constitucional el derecho de la gente a tener un mecanismo para autorizar iniciativas ciudadanas ya sea para proponer enmiendas a la propia constitución o para aprobar proyectos de ley. ¡Se acabó el secuestro legislativo y el secuestro de los partidos políticos en Puerto Rico!
- Propongo separar la elección de los legisladores de la elección del gobernador. Esa independencia electoral ha resultado ser exitosa en fortalecer el sistema republicano de gobierno en otras jurisdicciones como Nueva York, Virginia y países democráticos del mundo.
- Propongo requerir que cualquier impuesto nuevo o aumento a un impuesto existente, por encima de cierta cantidad pre-establecida, tenga que ser ratificado por el pueblo en una elección. Cero impuestos sin aval del pueblo.
- Propongo requerir que cualquier préstamo futuro, por encima de cierta cantidad pre-establecida, tenga que ser aprobado por la votación del pueblo. Cero préstamos sin aval del pueblo. (Según Reuters, un total de 682 elecciones a nivel estatal y local se celebraron en Estados Unidos en el 2016 para que la gente de cada una de esas jurisdicciones decidiera si emitir un total colectivo de más de $70 mil millones en deuda.)
- Propongo elecciones abiertas para llenar vacantes; de surgir una vacante habrá una elección por el electorado en general, y no sólo por los integrantes de un partido, del sustituto de cualquier funcionario electo, excepto el gobernador. Así acabaremos con la idea de que los puestos electos les “pertenecen a un partido”.
- Propongo una nueva posición en la Constitución de un vice-gobernador electo por el pueblo. La crisis constitucional y vergüenza que vivimos en el 2019 y en el 2021 con la figura del Secretario de Estado no debe ocurrir nunca más.
- Propongo la elección de legisladores municipales a base de comunidades fijas y no como parte de la plancha electoral de un@ candidat@ a alcalde. Así aseguraríamos que todos los sectores geográficos y socioeconómicos de cada municipio estén debidamente representados y que cada ciudadano sepa quién le representa en su gobierno local.
- Propongo elevar a rango constitucional permitir las alianzas políticas de partidos en Puerto Rico y lograr candidaturas coaligadas.
- Y como no incluirlo, propongo prohibir en la propia Constitución que partido alguno pueda cambiar las leyes electorales el mismo año de las elecciones.
Las propuestas detalladas redundarán en múltiples beneficios tangibles para el pueblo como aumentar la participación directa en la democracia, limitar el poder político, y controlar el gasto fiscal condicionando a la aprobación del pueblo de la emisión de deuda nueva.
Soy consciente que habrá resistencia de algunos tradicionalistas. Y yo les contestaría como decía Doña Inés: SIN MIEDO. Puerto Rico cambió. El pueblo de hoy exige más de su gobierno, de sus políticos y hasta de sí mismo. Restablecer la confianza entre el pueblo y su gobierno requerirá de cambios trascendentales en la forma y manera en que nos relacionamos como sociedad. No olvidemos que la tecnología nos permite formas modernas, rápidas y eficientes de consultar. Y aunque esas consultas no sanan totalmente la democracia, le ofrecen a cientos de miles de personas participar de las decisiones del país. Eso nos fuerza a madurar, a ponderar y a deliberar como pueblo. Si le abrimos la puerta a la participación, ya no habrá necesidad para la trillada frase que “todo es culpa de los partidos políticos”. Vamos a abrir los procesos; vamos a exigir que cada ciudadano se eduque sobre los temas del país y participe de su resolución.
Educación
Pero quedemos claros: no puede haber participación ciudadana efectiva si no hay un sistema de educación eficiente. Hay una cita del Presidente Franklin Roosevelt que es apropiada: “una democracia no puede ser exitosa a menos que aquellos que están convocados a expresar su selección están preparados para escoger sabiamente. La única garantía de una democracia, por lo tanto, es la educación.”
No debe ser sorpresa para nadie en esta audiencia que he sido muy crítico del sistema escolar tan centralizado y burocrático que hay en Puerto Rico. Nuestras escuelas públicas, adonde asisten nuestros niños pobres, tienen el peor desempeño académicos en todos los Estados Unidos. No hay suficientes libros en los salones; miles de maestros y estudiantes faltan a clases cada día. ¡Y nadie dice nada! Marcharon más de 100,000 personas cuando se prohibieron las peleas de gallo. Sin embargo, nadie dijo nada cuando el 90% de los estudiantes de Puerto Rico no aprobaron el examen básico de matemáticas. En cualquier país del mundo que valore su futuro eso hubiera sido una crisis nacional.
El gobierno y los grupos adinerados simplemente miran hacia otro lado. Vivimos en un sistema “Apartheid” de desigualdad educativa. Para el que entiende sabe que aquí en Puerto Rico hay dos sistemas educativos bien diferentes: uno privado para la clase media y media alta y otro público para los pobres. Eso no puede ser. Y quiero quedar bien claro y repetir lo que dije en 2013: progreso no es cuando el hijo del más pobre vaya a una escuela privada; progreso es cuando el hijo del más rico vaya a una escuela pública.
No tengo duda ninguna que el requisito constitucional en Puerto Rico de una educación gratuita se viola todos los días. Para mí, perpetuar la pobreza de los niños de la isla no es opción.
He estado empujando para lograr reformas necesarias. Y yo sé que hablar de este tema no es fácil, es bien peligroso políticamente y para la mayoría es un tema prohibido porque se presta para la demagogia. Pero también se que si no hacemos algo pronto el deterioro seguirá aumentando. Les confieso que lo mas frustrante es darse cuenta que para los partidos políticos de Puerto Rico la educación de un niño se reduce a un asunto laboral, obrero-patronal entre el gobierno y nuestros maestros. Urge atender las condiciones laborales de nuestros maestros. Claro que sí. Pero no podemos seguir reduciendo el tema de la educación pública a un tema solo obrero-patronal. Cambiemos el discurso de décadas, para que la calidad medida de la educación de nuestros niños sea el eje central de la discusión.
Porque estoy convencido que los gobiernos locales, y las entidades no gubernamentales y comunitarias, son nuestros laboratorios de la democracia, insisto en que Puerto Rico exija descentralizar el sistema educativo. Los municipios que estén listos deben solicitar para administrar escuelas. Sé que Caguas y Carolina ya lo hacen con resultados extraordinarios. Le toca a Bayamón, a Coamo, a Cayey, al propio Loíza administrar una o mas escuelas. Esa es una reforma democrática que no puede esperar.
Municipios
En el 1991, con la Ley de Municipios Autónomos, Rafael Hernández Colón y su generación comenzaron un proceso importantísimo para Puerto Rico. A nuestra generación le toca culminar ese proceso de devolverle al ciudadano lo que le pertenece: el poder sobre su futuro.
Los alcaldes y las organizaciones del tercer sector salieron al rescate de la gente mientras el gobierno central deshojaba margaritas luego de los huracanes y terremotos de los pasados años. La adversidad nos hizo valorar, como nunca antes, la cercanía de esas manos amigas.
El futuro de la gobernanza democrática no reside en controlar, sino en delegar; y en hacer posible que el ciudadano no sea una víctima de la burocracia y lentitud con la que se rigen los procesos centralizados. De ahí la necesidad urgente de poner en acción un plan que le devuelva a la gente el poder de hacer, de dar, de recibir, de obrar y maniobrar para procurar mejorar sus condiciones de vida.
Ejemplos abundan. Recientemente Villalba, Morovis, Orocovis y Ciales crearon el Consorcio Energético de la Montaña. Con dicho esfuerzo cooperativo tomarán control de sus fuentes de energía para el futuro, utilizando un recurso que alguna vez construyó, y abandonó, el gobierno central: la Represa Toro Negro. Esta extraordinaria iniciativa se hizo realidad gracias, en parte, a la legislación impulsada por este servidor y Larry Seilhamer que promueve la competencia y diversificación de las fuentes de energía en Puerto Rico y la devolución a la gente del poder sobre su futuro energético.
Aprovecho para discutir un tema clave, de vida o muerte para nuestra gente y nuestra economía. Al igual que el tema de educación, el tema de energía se ha tratado meramente como un tema sindical. Las luchas que he dado en el tema energético desde 2013 van más allá de la gobernanza en la AEE. Las reformas energéticas que he impulsado van mucho más allá. Su objetivo final es que seamos el pueblo – no los partidos políticos, ni los sindicatos, ni los bonistas – quienes seamos los protagonistas y la razón de ser del sistema energético.
Por eso Seilhamer y yo creamos mandatos – como proyecto de país – para que en el 2050, el 100% de la energía en PR provenga de fuentes renovables. Por eso legislamos para que, en 7 años, no se produzca energía basada en carbón – un avance en política energética a nivel mundial. Por eso creamos un Fideicomiso de Energía Verde que, bien financiado, le ofrezca apoyo a innovadores proyectos energéticos y cooperativas eléctricas en comunidades pobres y de clase media. Por eso creamos un regulador de energía que, por primera vez en 70 años, le dice la verdad al pueblo que la AEE y muchos políticos le escondió por décadas.
La lucha por las reformas energética que impulsé incluyen la visión y misión de lograr que instalemos paneles solares en 400,000 techos, y convertir a Puerto Rico en la vitrina mundial de democracia energética.
Como eso, debemos promover la descentralización en diversas otras áreas del quehacer público. Delegando a los municipios y al pueblo responsabilidades hoy en manos del gobierno estatal garantizaremos que los servicios lleguen a la gente de forma más eficiente.
El Status de Puerto Rico
No quiero terminar mis palabras sin hacer una reflexión sobre la relación política de Puerto Rico y los Estados Unidos. No es un tema fácil, ni es un tema de cual yo suelo hablar. Pero es hora ya de que nos hablemos con la verdad. Como nos pidió el propio Luis Muñoz Rivera cuando dijo: al pueblo con la verdad, dulce o amarga, pero siempre la verdad.
Yo he sido autonomista toda mi vida. Y crecí convencido que una nación como Puerto Rico puede ser exitosa en un federalismo democrático saludable, maduro y con la flexibilidad y elasticidad que respete y valore la cultura propia, el gobierno propio y la voluntad de las instituciones políticas locales.
Pero lamentablemente no ha sido así. Se dieron pasos afirmativos muy positivos con los Estados Unidos en 1952 en esa dirección y el futuro se veía prometedor. La generación de Muñoz Marín luchó por darle democracia a Puerto Rico: logró el gobernador electo por primera vez en 1948; y usó toda su fuerza política para hacer una constitución de avanzada donde se respetaba el gobierno propio local y se implantó una carta de derechos de avanzada. Un gran documento que reflejaba la realidad del momento. ¡Bravo por esa generación! No reconocerlo sería una mezquindad.
Pero en casi 70 años todo ha cambiado en los Estados Unidos. Desde la decisión federal de terminar con la segregación racial en Brown v. Board of Education en 1954, hasta la lucha por los derechos civiles dirigida por Martin Luther King, la guerra contra la pobreza de Lyndon Johnson en los años 60, el derecho al aborto en Roe v Wade en 1973, las luchas ambientales y la creación de la Agencia Federal de Protección Ambiental en 1970, el desarrollo de un plan de salud unitario nacional de Barack Obama en 2010, inclusive recientemente el reconocimiento de los derechos de las personas LGBT, todas estas decisiones que antes eran locales las dejaron de tomar los estados y territorios separadamente y las empezó a tomar el gobierno federal unitariamente.
Como resultado, los Estados Unidos han abandonado el federalismo distribuido en sus propios estados y han evolucionado en una nación centralizada dirigida desde Washington, DC. Todo es ahora centralizado por el gobierno federal. La calidad del agua y del aire que respiramos es federal, quien entra y sale del territorio es federal, quien regula las medicinas es federal, quien paga y regula la educación, las acreditaciones de la universidades, la salud, los médicos, los hospitales, el plan médico de las personas mayores (Medicare) y de casi la mitad de la población necesitada de Puerto Rico (Medicaid) es federal; los bancos, las quiebras, la vivienda pública y sección 8 es federal, los fondos para desarrollo comunitario, el programa de asistencia nutricional y la lucha contra la pobreza, las fondos para carreteras, la canalización de ríos, el dragado en el caño Martín Peña, el tren urbano, el Internet, las relaciones laborales, el salario mínimo, los derechos electorales, las investigaciones de drogas y lavado de dinero, las cortes federales y los casos de corrupción pública son federales; hasta la hora de entrada y salida al Yunque y al Morro, la prohibición de las peleas de gallo, la coordinación de desastres y el matrimonio entre personas del mismo sexo y los derechos reproductivos de la mujer son todas decisiones federales en las que no hay ni representación ni aval del pueblo de Puerto Rico. Y todas esas decisiones y diseños de política pública nos gobiernan. La gran mayoría son excelentes desde mi perspectiva. Pero yo no veo reflejado ahí en ningún sitio la “voluntad del pueblo de Puerto Rico”. Esa no era la idea en 1952 y ese no era el plan de desarrollo político democrático para Puerto Rico.
Obviamente, desde que Puerto Rico entró en su propia crisis fiscal como resultado de otra decisión federal al eliminar la sección 936 del Código de Rentas Internas Federal en 1997, la situación ha empeorado localmente. Antes de que existiera PROMESA, de forma responsable aprobamos una ley de quiebra local –criolla- en 2015. Solo aspirábamos a tener un mecanismo local de manejar la insolvencia. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos determinó que era inconstitucional que Puerto Rico hiciera una ley para proteger a sus ciudadanos, porque era “campo ocupado”.
¡Campo ocupado hoy es todo!
Quiero quedar claro: lo que cambió aquí dramáticamente en los últimos 65 años fue la forma de gobernar en los Estados Unidos para todo sus estados y territorios, incluyendo a Puerto Rico. Y los que como yo creemos en los principios y derechos ciudadanos de gobernanza democrática tenemos que enfrentar la realidad y tomar decisiones difíciles pronto.
El dilema es profundo e insalvable. Esa agenda por reducir el federalismo a su mínimo y centralizar las decisiones en los Estados Unidos ha sido una agenda federal necesaria; una agenda progresista para uniformar las leyes para proteger los derechos humanos de minorías étnicas, de gente pobre, de grupos discriminados y hasta del ambiente. Es la única manera de mantener cohesión y unidad en una nación tan polarizada de la cual nosotros somos ciudadanos desde 1917.
Me pregunto entonces: ¿cómo puedo yo estar en contra de esa agenda? Por todas esas decisiones políticas, judiciales, congresionales y administrativas federales recientes, me pesa decir que en nuestra relación actual el espacio necesario para el autonomismo puertorriqueño en cualquiera de sus modalidades se ha ido cerrando. A diferencia de lo que muchos vociferan, no es una agenda en contra de Puerto Rico; es una agenda interna en los Estados Unidos para proteger la unidad e integridad nacional.
Contrario a las experiencias de otros países del mundo que han abierto espacios importantes y valiosos con sus enclaves políticos, la realidad polarizada y las luchas internas políticas de los Estados Unidos no permiten hoy las bondades y virtudes del autonomismo. Pudo haber sido distinto. Enclaves políticos como Escocia, Cataluña, el País Vasco, Quebec, Irlanda del Norte, han tenido roces similares, conflictos mucho mayores y dolores de identidad y democracia en el proceso de definir su espacio en la nación más grande. Una peculiaridad es que en el proceso de definir esa relación todos tienen representación directa en los respectivos congresos y parlamentos y el voto por el ejecutivo que les gobierna, cosa que nosotros no tenemos. A la altura del Siglo XXI, ninguna de esas comunidades enfrenta la inflexibilidad, la intransigencia y la rigidez que el gobierno federal de los Estados Unidos han demostrado hacia sus territorios, y aún hacia los propios estados de los Estados Unidos.
El déficit de democracia del que nos hablaba Rafael Hernández Colón en 1992 es hoy más profundo, más evidente y más doloroso y se va a poner peor. Y solo piensen que en los últimos 32 años (8 elecciones generales) el pueblo de Puerto Rico ha votado en 7 de ellas (88%) por un comisionado residente que no cree en el autonomismo. No hay portavoces en Washington del autonomismo, no hay aliados, no hay un sólo miembro del Congreso que crea o defienda la opción autonomista y no ha habido mandato del pueblo en esa dirección. Eso son los hechos.
El problema democrático del autonomismo serio puertorriqueño, por lo tanto, es que en los Estados Unidos no parece haber espacio político ni aliados para su desarrollo. A menos que surja una alianza seria y poderosa de restauración federalista en los Estados Unidos, lo que hoy me parece muy difícil, estamos llegando a un callejón sin salida. Yo sigo siendo autonomista, pero no soy ciego.
¿Y qué hacemos los que creemos en la democracia? ¿Permitir que esto siga así para siempre? Esa no es opción para mi y no debe ser para nadie. ¿Nos dedicamos a poner presión política en Washington DC? ¿Para esa presión política podemos contar con nuestros 6 millones de hermanos puertorriqueños en la diáspora para devolverle a Puerto Rico sus poderes democráticos? Eso no es tan claro. Observando y dialogando con cientos de hermanos Boricuas en la diáspora donde las fuerzas también están divididas sobre el futuro de Puerto Rico, es evidente que para perfeccionar la democracia perdida ante la evolución del gobierno federal la gran mayoría de ellos opina que o nos hacemos estado de la unión o nos hacemos república independiente. Nos hemos quedado solos. Y tenemos que enfrentar la realidad.
Central a esta discusión es tanto la ciudadanía de los Estados Unidos como la identidad cultural de Puerto Rico. ¿Cómo reconciliamos ambas?
Para mi, en mi nuevo rol de profesor, esa es la asignación obligada para Puerto Rico este próximo año. Hablar de estos temas con la verdad; reconocer cómo ha evolucionado el gobierno de los Estados Unidos y la necesidad de otorgarle a los puertorriqueños un sistema político que le devuelva su participación democrática e injerencia en el diseño de la política pública que afecta sus hijos y sus comunidades.
Palabras finales
Nada de lo que he dicho hoy es sencillo, ni fácil de digerir. Pero es la verdad. Y si aspiramos en el futuro a democratizar un pueblo hay que volver a la mesa de diseño y replantearlo todo. Llegó el momento. Esto no aguanta más.
Déjenme concluir proponiendo que nos convoquemos muchas veces. En ocasión de conmemorar los 70 años de la Constitución de Puerto Rico el año próximo convoquemos al país a repensar su futuro democrático. Tomemos el liderato para reunirnos en las fundaciones, en las universidades, en los sindicatos, en las asociaciones, en las escuelas, en los centros comunales. Pero seamos valientes y no perdamos el tiempo hablándonos sólo entre nosotros mismos. Hay que enfrentar la realidad. Seamos inclusivos. No nos demonicemos. Apelemos a nuestros principios morales y al liderato de las ideas. Hay que construir puentes de respeto con mas de 1 millón de puertorriqueños que aunque tienen el derecho al voto, han perdido la fe y se han desafiliado de todo. Hay que hablar con los puertorriqueños aquí y con los puertorriqueños allá. Hay que quitarse las gríngolas; dejar de ser fanáticos y entender la dura realidad de los retos democráticos para el Puerto Rico de hoy.
Para esa misión histórica de darle democracia a nuestra gente; de devolver el poder al ciudadano, y lograr un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, necesitamos muchos panfletistas de Dios. También necesitamos agitadores de Dios que nos den ánimo, nos inspiren y nos guíen en el camino hacia la gran aurora.
Muchas gracias.